Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Muchas son las preguntas que el Sr. Pascual y Casas ha tenido por conveniente dirigir al Gobierno, la mayor parte al Ministro de la Gobernación, al que S. S. muestra una afición singularísima. Voy a contestar a todas, porque ya que S. S. me tiene afición, he de pagarle yo a S. S. con la afición que yo le tengo, y voy a tomar sobre mí todas las preguntas que se ha servido hacer a todos los demás Ministros.

No podría quejarse S. S. de falta de deferencia por mí parte. Digo que no podrá quejarse de falta de deferencia por mi parte, cuando, no sólo tengo la deferencia que me corresponde cumpliendo con el deber de contestar a las preguntas que me dirige, sino que tomo también sobre mí la deferencia que puede corresponder a mis demás compañeros.

Su señoría ha reproducido la pregunta que hizo un correligionario suyo acerca de si los electores, para hacer uso del sufragio, necesitan Ilevar, además de la cédula electoral, la de vecindad. Entonces dije lo que creía sobre este punto, y voy a reproducir ahora, puesto que se ha repetido la pregunta. Dije entonces que no era necesario llevar la cédula de vecindad para ejercer el derecho del sufragio; pero añadí que podía ser conveniente para la identificación de la persona en el colegio electoral, y que esto quedaba a juicio del presidente o de la mesa; porque yo pregunto: ¿qué hace una mesa electoral cuando al acercarse uno de los electores se promueve una duda sobre si es un efecto o no aquel cuyo nombre aparece en la cédula? El presidente tendrá que informarse a fin de saber si es en efecto el que va a votar el mismo que resulta en la cédula electoral.

Puede haber quien afirme esto, puede haber quien lo niegue, puede ser conocido o desconocido el elector; y en vista de esa duda, ¿qué se hace? ¿Cómo se resuelve la duda? Hay que apelar a todos los medios que se crean convenientes para resolverla, y uno de estos puede ser el de la presentación de la cédula de vecindad. ¿Qué inconveniente hay en esto? ¿En qué se restringe el derecho electoral porque los ciudadanos Ileven la cédula de vecindad, que es lo que les acredita como tales ciudadanos? Si no quieren tener esa cédula, será porque renuncien al derecho de ciudadanos, en cuyo caso no se les ha de exigir que la adquieran a la fuerza. ¿Por qué no ha de poder exigir la mesa la presentación de esa cédula cuando se requiere para todo, hasta para hacer peticiones? Promover esto aquí, francamente, es querer traer una cosa baladí a falta de otras de mayor importancia con que atacar al Gobierno. Éste no tiene nada que ver con eso; la mesa electoral es la que ha de tomar sus disposiciones para asegurarse de la entidad de los electores. Si eso es lo que ha dicho la autoridad al presidente, ha hecho bien, y se lo digo yo igualmente desde aquí. ¿Por qué hemos de andar con estos reparos y no se ha de decir la verdad? Me parece que el señor Pascual y Casas quedará satisfecho con la contestación que le he dado, porque de otra manera resultaría, que el ciudadano no quiere más que derechos sin cumplir ningún deber.

Según las leyes, buenas o malas, que ahora no discutimos eso, el ciudadano, para considerarse como tal, necesita una cédula de vecindad, y es un deber suyo adquirirla. Si no lo hace, bien se puede entender que renuncia a todo derecho para ejercer el cual sea necesario ese documento. Adquiéranle, pues, que ningún trabajo cuesta, ni dinero tampoco, porque al que no lo tiene no se le exige nada, al paso que al que tiene algo, algo se le exige. Resulta, pues, que esta cédula es de todos los ciudadanos pagar las contribuciones impuestas por las Cortes.

Y voy a la segunda pregunta, a la de si los marinos de la escuadra que se halla en Barcelona podrán tomar parte en la votación. Votarán si tienen derecho para ello, y dejarán de hacerlo en caso contrario. ¿Y cuando tendrán derecho para votar esos marineros? Cuando lleven dos meses de residencia en aquellas aguas; porque los marinos no viven en las poblaciones, y si se les exigiera esto no votarían nunca en ninguna parte. ¿Llevan dos meses en las aguas de Barcelona? Pues esos marinos sois vecinos de aquella ciudad. (El Sr. Pascual y Casas: Del Puerto.) ¿Qué más da vecinos del puerto que vecinos de la ciudad?

Dice también S. S. que. el Sr. Gaminde es otra de las autoridades inamovibles. (El Sr. Pascual y Casas: Inviolables.) Pues bien, inviolables, y que ha tenido una junta con no sé qué gente para acordar la reorganización del cuerpo de mozos de escuadra. Pues esto lo sabe el Gobierno por S. S.; yo no tenía noticia alguna y no sé por qué el Sr. Pascual y Casas ve entre ese hecho del capitán general de Barcelona y mi persona una relación tan grande, y porque el capitán general de Barcelona haya reunido unos cuantos caballeros para tratar de la conveniencia o inconveniencia, de reorganizar el cuerpo de mozos de escuadra, haya yo de ser conservador o reaccionario. Lo que hay en esto es que S. S. sueña con el capitán general de Barcelona, como sueña con el gobernador civil de la misma provincia, y los actos más insignificantes de estas autoridades le causa a. S. S. gran extrañeza. Cree el Sr. Pascual y Casas que el capitán general de Barcelona es una autoridad inviolable porque el Gobierno la conserva a pesar que no da gusto a S.S. Pues tenga entendido el Sr. Pascual y Casas que el Gobierno sostiene a ese capitán [1.747] general, porque es una dignísima autoridad, porque lo hace muy bien, a pesar de lo que dicen S.SS.; y todas las autoridades que como el capitán general de Barcelona cumplan con su deber, están seguras en sus puestos como si fueran inviolables.

Otra pregunta ha hecho el Sr. Pascual y Casas, respecto a la franquicia de derechos del material del puente de hierro de la calle de Segovia, pregunta que demuestra que el hacerlas es ya en el Sr. Pascual y Casas una manía. Pues qué, ¿no sabe el Sr. Pascual y Casas que se ha traído a las Cortes un proyecto proponiendo la exención de esos derechos? Cuando se discuta ese proyecto, entonces podrá hacer S. S. lo que tenga por conveniente, impugnarlo o defenderlo; pero entretanto, ¿a qué viene esa pregunta? La comisión dará pronto su dictamen, o no lo dará, que a mí no me importa eso; pero cuando lo dé, sea pronto o tarde, puede S. S. ocuparse de este asunto, que en último resultado, son las Cortes las que lo han de resolver, y si lo aprueban, esos materiales no pagarán derechos, y si no lo aprueban, los pagarán.

Ha concluido S. S. por el trueno gordo del ramillete de fuegos artificiales, que en forma de preguntas nos ha querido hacer, por la Cruz de Saboya. Sr. Pascual y Casas, las Naciones, cuando son monárquicas, tienen el deber de ser respetuosas con sus Monarcas; y si las armas de España han llevado siempre las de sus Reyes, era natural que a las de los Reyes que han dejado de ser, hayan sustituido las de los Reyes que lo son; por eso a la flor de lis, símbolo de los Borbones, ha venido a sustituir la cruz de Saboya, símbolo de la nueva dinastía. ¿Dónde está aquí la adulación, como si una Nación pudiera adular a los Reyes? Por lo demás, los cuarteles de las armas de España se conservan todos perfectamente, sin más sustitución que la del símbolo de los Borbones por el de la casa de Saboya (El Sr. Pascual y Casas: De la primera dinastía extranjera.) ¿Pues qué, era nacional la de Borbón? ¿Lo era la de Austria? ¿No es, pues, una puerilidad esa pregunta, por más que se lo quiera dar tanta importancia? Guarde el Sr. Pascual y Casas sus bríos para cosas que merezcan la pena, y no los consuma en pequeñeces y en puerilidades que no hacen más que dar que reír.